Cuento De Un Hombre Pobre
En aquel tiempo vivía un hombre pobre en el campo; vivía el solo con su esposa y su hija que era una ranita. Era muy trabajador: Hacía roza y sembraba la milpa. No tenía hijo varón. Siempre trabajaba solo todos los años. En el tiempo en que limpiaba la milpa una vez la ranita le dijo a él:
―Papá ―le dijo a él―, no esperes las tortillas; yo te las llevo ―le dijo.
Entonces él se fue a limpiar su milpa. Y cuando ya era la hora de almorzar, su esposa le puso el fuste al burro y ahí colgó las tortillas en el fuste. Luego agarró a la ranita y la puso encimo, y se fue. La ranita le dijo al burro:
―Burro, burro.
Por allí andaba el hijo de un rico que había ido a bañar, y oyó lo que dijo la rana que estaba encima del burro. Se acercó y vio que no había nadie con el burro. Entonces dijo el hijo del rico:
―Ese burro que va allí está hablando solo ―dijo. Entonces vio que era la rana, y empezó a hablar con ella; le dijo que la quería para que fuera su esposa. Y ella le dijo al muchacho:
―¿Por qué me quieres? ¿A poco no ves que soy una rana? No puedo moler para que comas. Y no puedo lavar tu ropa. Yo no sirvo para nada. ¿Y tú me quieres? Pero tú vas a querer comer. Mejor búscate una mujer y ya no hables conmigo ―le dijo ella al muchacho. Entonces se fue a donde estaba su papá, y le gritó:
―Ven, ven a comer ―dijo ella a su papá.
Cuando el señor comió, luego se regresó la ranita a su casa. Al día siguiente fue otra vez. Así anduvo todos los días, y el señor ya no se preocupaba por su almuerzo. Así anduvo la ranita todos los días, y así también el muchacho rico la vigilaba todos los días.
La ranita ya no aguantaba, y una tarde cuando terminó de cenar con su papá, le contó desde donde estaban sentada en la mesa, y dijo:
―Papá.
―¿Qué?, hijita -dijo. Y dijo ella:
―Hay un hombre que dice que me quiere. Y su papá le dijo:
―¿Y por qué te quiere a ti?, si tu eres una rana. Tú no puedes moler ni sabes lavar la ropa.
Por allí llegó el muchacho rico con su papá para pedir a la rana para que fuera su esposa.
Y así fueron una vez y fueron dos veces, y pusieron la fecha para el casamiento. Luego le dieron dinero al hombre pobre para que hiciera su casa. El muchacho se puso muy contento porque ya iba a casarse con la ranita, y se fue a su casa.
Entonces llegó el día del casamiento, y como se le había dado dinero al papá de la ranita, el había levantado su casa. Luego la ranita se convirtió en una muchacha muy bonita, era muy bonita. Así fue como el muchacho rico se casó con la hija de un hombre pobre.